El amor cura.
Y sino, mirate.
El amor daña.
Y sino mirame.
Y viceversa, salame.
Estar enamorado es una enfermedad venérea de la cual, cuando te curas duele y lo queres de nuevo. Es adictivo. Es droga. A nivel químico, el muy sorete, funciona casi igual que cuando te drogas, o cuando estás alcoholizado.
El amor dura poco si lo comparamos con lo que puede llegar a vivir un árbol, pero un minuto enamorado es un universo de segundos.
Evolucionamos a partir de problemas que resolvemos, de muros que derribamos, de montañas que cruzamos, de tiros que esquivamos y de cuchilladas que nos damos.
Vengan de a uno o todos juntos, vengan recuerdos y vení vos también «Un día como hoy de facebook» y la concha bien de tu madre, haceme mal, revolveme bastante las heridas cerradas y las tripas, desgarrame por dentro un poco más, haceme un poco más rebelde, hacé que me ría más de mí mismo y de mis desgracias. Tratá de suicidarme más veces. Rompeme. Porque cuando me vuelva a armar voy a ser mejor. Porque como dice la Pastilla: lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado.
De a poco, el pibe que fui, vuelve. La sonrisa, esa que es tan ámplia que además muestra los colmillos, es mi bandera hoy de vuelta.
Dá una mano, abrazá fuerte, mirá a los ojos, reite, queré al mundo, cerrá los ojos, no te des por vencido nunca y confiá en vos. La locura es tuya. Demostrá que no tienen razón y que vos tampoco, porque tener razón nunca importó, lo que importó fue crecer.
No me sofoques, me voy a la taberna, a drogarme, mamarme o enamorarme.