Cerveza de Naranja

Fui el primero en llegar a lo de Cristian. Mientras esperábamos que llegara el resto de la gente destapamos una cerveza y arrancamos a preparar la picada y la parrilla en la barbacoa. No sé por qué, pero todo me parecía raro, el ambiente, la temperatura, la textura de la leña, solo la cerveza me parecía normal.

De a poco fue llegando más gente, a la mayoría los conocía de los cumpleaños de Cristian y al resto de alguna joda de otros amigos en común, lo cual no me cuestioné en el momento. No sé por qué, pero el tiempo estaba pasando demasiado lento, los veía a todos reírse con cuentos o anécdotas, pero a mí me entraban por un oído y me salían por otro. “Me estará haciendo mal la cerveza” pensé, pero cuando miré el vaso estaba tomando jugo de naranja — ¿Cuándo me cambiaron el vaso? — rezongué en voz alta.

Mientras miraba el vaso sin entender nada, Cristian me agarró del hombro y me dijo — Llegó la mina que te quería presentar, seguime — Se ve que no lo miré muy convencido, así que aclaró: — Caro Rodriguez, la que te mostré una foto el otro día. —

—Ah, sí. Es verdad, no me acordaba. — le contesté.

Dejé el vaso al lado del parrillero y lo seguí hasta la puerta. Aunque no eran más de veinte metros se me hizo eterno el camino, hasta que al fin llegamos a entrada. Abrió la puerta y entró Caro. Lo saludó a él y me preguntó — ¿Tú sos Gastón? — dio dos pasos para saludarme a mí, sonriendo levantó la mano derecha y me acarició la cara con la yema de los dedos, de abajo hacia arriba despeinándome un poco al final.

El resto del mundo se oscureció, desapareció mientras ella acercaba sus labios a los míos y como siempre, primero me mordió y después me besó sin sacar la mano derecha de mi mejilla. Alejó la cara de mí y se quedó mirando como sorprendida, un punto fijo por encima de mi hombro derecho. Yo me di vuelta para ver qué era, pero como siempre, no era nada, fue para garronearme un beso en el cuello que siempre me hace temblar.

Ahí entendí todo, el temblor del beso en el cuello me hizo darme cuenta. La alejé de mí con mi mano derecha mientras le soltaba la cintura con mi mano izquierda. El resto del mundo apareció de nuevo. Mientras la alejaba me dijo — Perdón, pero todavía te amo. — Me di vuelta y salí corriendo hacia el parrillero, se me hizo instantáneo llegar, le di un último sorbo al jugo de naranja que ahora había vuelto a ser cerveza y metí la mano izquierda dentro del fuego.

Me desperté agitado y sudando. Me destapé y me senté en la cama mirándome la mano izquierda. Hablando en voz alta se me escapó: — Andate a la mierda Carolina, ese beso y ese “perdón, pero todavía te amo” llegaron cuatro años y diez mil kilómetros tarde, ya no me quiero acordar de vos. —

Me levanté para ir al baño y cuando estaba abriendo la puerta del dormitorio me sonó la musiquita de llamada en el celular. Me acerqué al teléfono que seguía arriba de la cama. Número desconocido. Por las dudas que fuera algo importante contesté.

— Hola.—

La voz de una mujer del otro lado me contestó: — Buenos días, ¿Tú sos Gastón Martínez? —

— Sí, soy yo —

— ¿Tu estas en Montevideo? —

Le contesté que sí y me dijo— Soy Carolina — y algo que no llegué a escuchar porque me atoré con saliva y empecé a toser, no podía creer lo que estaba pasando.

— ¿Disculpá, me podrías repetir? —

— Mi nombre es Carolina Ramírez y lo llamaba porque es cliente del banco HSBC para ofrecerle otra tarjeta de crédito. —

Andate a la mierda Carolina.

Corté.