Tigres con Escopetas

Aprendiendo ingles de niño me enseñaron la palabra trigger que significa disparador o gatillo. Desde ese día mi mente no puede pensar en triggers sin imaginar tigres con escopetas. Hoy, bastante más de 10 años después de aprender aquella palabra, siento que cuando se me ocurren ideas para escribir, creo ver caminando junto a mí, tigres con escopetas de ideas que andan disparando pa todos lados.

Mi tocaya de apellidos tanto ficticio como real, me mandó un tigre que me hizo erizar y tuve que salir corriendo, apoyar el culo en una silla, y ponerme a escribir. Inmediatamente me puse a pensar en qué es lo que dispara mis cuentos, historias, relatos o cosas de estas que escribo yo acá.

Algunos de estos tigres son como perseguir una serpiente a la que todavía no le ves la cabeza. Se la estás buscando, estás en movimiento, pero también tenés que estar alerta esperando la mordida.

Hace un par de días me dijeron “Vos conectas tus sentimientos con tus recuerdos porque le estás prestando atención a las situaciones y a tus emociones todo el tiempo”. Si, es verdad que tengo el modo curioso prendido constantemente, le contesté. Ahí me di cuenta de quién era la culpable.

Si bien la imaginación se encarga de rellenar las piezas faltantes de los puzzles, es la curiosidad quien elige con qué puzzles jugar. Dependiendo dónde andan disparando los tigres, la curiosidad se me pone a arrear al ganado de la imaginación rellenando las partes faltantes o ficticias de la realidad o uniendo eslabones de cadenas que desatan.

Cuando mi curiosidad no está chusmeando el mundo, está vichando adentro mío. Pero los textos que más me gustan son los que el modo curioso estuvo jugando con puzzles en mi corazón y no los que armó en mi cabeza.

Aunque no siempre le doy bola a los tigres cuando me disparan al pecho. Casi siempre la curiosidad en el pecho decanta en encontrarme un cacho más, o acordarme de vez en cuando pedacitos de quién soy. Los tiros de los tigres a la cabeza suman información, aprendemos cosas del mundo, es el precursor de pedirle a los tigres que disparen hacia afuera.

A veces creo que los tiros de estos tigres, cuando van al corazón, me van a doler y paro la curiosidad en seco. Pero cuando no la reprimo la y dejo que pase las primeras capas de la armadura, las balas que estaban entrando se convierten en agua… y por más que yo sea un dulce, no soy de azúcar así que no me derrito.

Dándole alas a la curiosidad en vez de paredes, hoy puedo ver que gracias a los errores del pasado no soy una persona horrenda porque aprendí de ellos. Porque también soy el resultado de los errores que cometí.

Y si bien dicen que la curiosidad mató al gato, estos gatos se van a defender con escopetas.

Poder

Desde gurí chico, cada tanto pruebo si ya tengo superpoderes. Camino por la calle intentando leerle la mente a la gente. Trato de acercarme un vaso con agua con la mente, aprieto fuerte el botón del mouse a ver si ya tengo super fuerza, trato de teletransportarme al trabajo cuando llego tarde o salto fuerte un charco de agua para ver si ya puedo volar.

Por el momento no he tenido superpoderes, pero hasta ahora solo me he divertido intentando. Y bueno, nada, eso… por ahora el camino es la recompensa.

El Coleccionista de Coincidencias.

Después de haber recibido un Hacha al Pecho estuvo un par de años vagando zombi, viviendo por inercia, como dormido. Hasta que un día se le dio por Viajar.

Al volver, bajó del avión y sintió que estaba vivo de nuevo. Había algo distinto alrededor. Fue como si después de mucho tiempo de estar con la nariz tapada, pudiera al fin respirar con ambas narinas totalmente despejadas.

Sin darse cuenta del todo, se metió en el mismo miedo del que tanto había estado corriendo. Un día, después de un abrazo por la espalda lo frenaron en seco. Le pegaron en cada una de sus inseguridades, pero él ya se había prometido curarse. Fue demoliendo esas inseguridades cual muros a cabezazos una a una, hasta que abrió la puerta de su cuarto, dejó que el viento abriera de golpe la ventana, que rompiera el espejo, para así poder ver más allá de su reflejo. A partir de ahí dejó de buscar fuera de sí mismo lo que tenía que salir de dentro.

Al grito de “¡sacamela tres cuartos Universo!” terminó de limpiar esa resaca del zombi anterior al viaje, que no se quería ir del todo. Y, el Universo, riéndose de la ocurrencia, en un Instante le dio a tomar un té extraño, como hecho de Magia para que su corazón tome el timón del ser y pueda decir “Renuncio a no ser quien quiero ser”.

Ahora siguiendo su camino, con la mente como aliada, el ego apaciguado y un poco más domesticado. Aprendió que los caminos no mienten y que, por suerte, no se puede escapar de uno mismo.

Ya con esa sensación de estar todo lo vivo posible de nuevo, camina con un manojo de coincidencias diatónicas en sus manos, su corazón va con la sinceridad que nadie le pidió, buscando dentro de sí mismo su propia arquitectura de la paz. Dejando que sean sus ojos los guías y siendo ahora, después de ya demasiado tiempo, además de un apasionado de estar vivo, un romántico enamorado de la vida.

Renuncio

Cada tanto me descubro viviendo por inercia. Como si viviera durmiendo. Es como que le cerrara los ojos a estar todo lo vivo posible y esté encadenado a lo que me hace mal. Son como cuerdas que me quedan atadas desde el pasado, hasta que llega un viaje o una persona… o un viaje y una persona, que me despiertan.

Despertar es dejar de huir para enfrentarme a mí. ¿Pero qué es enfrentarme a mí? Es buscar, encontrar y dejar que duela lo que tenga que doler. Después, al dolor darle un abrazo y una buena patada en el orto.

Despertar es dejar de echarle la culpa al pasado por mis actitudes del presente. Porque así nunca me voy a dejar querer.

Despertar es prenderle fuego a la ira para ver cómo ella también ilumina.

 Para mí, estar vivo todo lo posible, es como estar enamorado. Cuando nos enamoramos hacemos estupideces por otros, hacer esas estupideces es genial y, además, es estúpidamente divertido. Enamorate de vos mismo y vas a poder hacer esas estupideces para siempre.

Cuando estoy de viaje, siento que estoy todo lo vivo posible, y esto hace que me enamore en un segundo, porque miro a la muerte a los ojos y sé que estar vivo son dos días nomás, entonces, el sentir se me vuelve como un huracán el cual dejo que se lleve todo puesto.

Cada tanto me descubro despertando de esta inercia. Como si amaneciera en una playa fría. Es como si viera más detalles y sintiera más el cuerpo. Como si mi cuerpo sintiera menos el frío, como si entendiera cada señal, como si rotara y girara alrededor del Sol junto con la Tierra y no fuera ella simplemente un vehículo.

Pero entre el despertar y el estar despierto siempre hay momentos grises. Momentos de miedo, momentos de querer volver a dormir, hasta que al fin estamos despiertos del todo.

Siempre que me descubrí despierto siento que saco mi fortaleza de desintegrarla. Siento que meriendo todos los días con la Muerte para conversar de la vida. Ella me hace acordar que no sea boludo y que viva todo lo que pueda porque un día va a sacar mi papelito de la bolsa de nombres, va a sonar el timbre y se me va a terminar el recreo.

Siempre que de esta forma me despierto, me acuerdo de algo que una vez me prometí:

Renuncio a no ser revolución, voy a andar con el corazón por delante aunque me lo achuren, que si por algo me desgarraron el pecho fue pa’ poder sacarlo. Me niego a endurecerme, a desconfiar antes de tiempo, a ser menos humano. Voy a seguir queriendo antes de tiempo y más de la cuenta porque puedo. No va a ser el miedo el que guíe mis pasos. Y sobre todo, con lo que siento, no me voy a dar por vencido nunca.

Que mis ojos sean mi guía, no el idioma, no las palabras sino eso que tengo en la mirada.

Un instan-té.

Estaba tomando un té que sabía rarísimo. Estaba tratando de cumplir una promesa interna que me había hecho cuando alguien con lágrimas en los ojos una vez me había dicho: —Nunca dejes de escribir—.

Pero la verdad era que no sabía ni qué puta escribir. Revolvía con mi cuchara este té rarísimo mientras meditaba sobre el asunto. Lo único que sabía era que me sentía como atado. Como alguien que la vivía remando, que estaba cansado, pero seguía remando y siempre parecía que estaba en el medio exacto de un lago.

En ese instante me di cuenta de algo maravilloso. Ahí, mientras estaba tomando un té de un gusto medio atípico. Lo que comprendí en ese momento, me dejó desconcertado, me quedaron los ojos como el dos de oros. Los cuatro huevos duros que había hervido esa mañana y que ahora estaban en la heladera eran chiquititos al lado de cómo se me agrandó la mirada. Lo que me había dado cuenta era demasiado obvio para que solo yo lo hubiera “descubierto”.

Mientras tomaba ese té de sabor bastante singular yo sentía que la extrañaba. Pero tuve que dejar todo lo que estaba haciendo y sintiendo para ponerme a investigar. Tres carajos importaba lo mucho que la extrañara a pesar de que la veía todos los días. Aunque extrañar a alguien sea sentir como un vacío y que solo se extrañe a quien se quiere, yo me había dado cuenta de algo que sobrepasaba mi existencia.

Cuando la idea surgió en mi cabeza, estaba tratando de llenar ese vacío con un tecito anormal y pasatiempos boludos. Hasta casi que había dejado de escribir, lo cual es algo que me hace tener la mente, el corazón y los pies en el presente.

En el instante que me di cuenta de esto, dejé todo y me puse a googlear. Fui página tras página, buscando cuántos idiomas se hablan en el mundo. Solo seiscientas lenguas cuentan con más de cien mil personas que los hablan. En voz alta me repetí a mí mismo —Seiscientas lenguas, ¡qué lo parió!—.

Luego investigué si alguien más había tenido mi misma ocurrencia, ya que me extrañaba no haberlo visto nunca antes en mi vida. Pero no encontré nada que realmente tuviera una relación directa.

Entonces, mi mente que a veces piensa en español, inglés, portugués, alemán o francés, miró desconcertada a mi corazón y le preguntó: —¿Será posible que únicamente en el idioma castellano la traducción literal desde el inglés de “Weird tea” sea “Té extraño”? — mi corazón la miró, se rió y le devolvió la pregunta:— ¿No será que vos querés más demostrar que sos inteligente que decirle que la extrañas?— Y en ese instante, mi mente le devolvió el timón. Y yo pude terminar mi té.